martes, 29 de noviembre de 2016

Youth.


El otro día estaba leyendo algunas críticas, y me encontré con una de Philipp Engles para la revista Fotogramas que ponía, literalmente, a caldo a Youth, la última película de Paolo Sorrentino (creo que no es necesario recordar que se trata del director de La Grande Bellezza

Antes de nada, me posiciono: Estoy en contra de la crítica de Engles. 

Comienza diciendo que Youth no es La Grande Bellezza y que las comparaciones son inevitables. No, lo que sucede, es que las comparaciones son odiosas. No se puede apoyar una crítica en la película anterior del director, para empezar, porque como bien se sostiene, no es la misma película. Un vaso es un vaso y un plato es un plato (como dijo un genio) y Reservoir Dogs no es Pulp Fiction.  Me parece importante destacar que la crítica de una película se debe fundamentar en la película en sí y en los recursos que emplea.

En Youth vemos una narrativa preciosista y barroca, exagerada, muy dentro del estilo de Sorrentino. El director italiano vuelve a hablarnos del paso del tiempo, la devastación impuesta por la vejez del que ha vivido mucho, del que retiene en su retina mil historias, las dudas sobre la vida que ya ha quedado en el pasado y sobre todo habla del eterno retorno de los fantasmas del recuerdo.  Actores como Michael Caine y Harvey Keitel amparan el trabajo de Sorrentino, acompañados de Rachel Weisz, Paul Dano y con una aparición estelar de Jane Fonda. 

Sin duda, y bajo mi punto de vista como espectadora a la que le preocupa la estética, la película es todo un poema visual, fotograma tras fotograma revela las palabras ocultas bajo su manto esculpido en poética y lírica. Escenas que para mí son imborrables, por ejemplo el guiño a Fellini en la aparición de todas las musas del director de cine al que interpreta Harvey Keitel (que para mí siempre será El Señor Lobo) o el emotivo final del film, que no es más que la estela que deja una canción simple, como el recorrido de una gota de lluvia por una ventana,  interpretado por el infatigable Michael Caine en la piel de un afamado director de orquesta. 

La película puede emocionarte, o puede no hacerlo, no a todos nos calan las mismas historias. Pero desde luego no se puede decir que en estilo, tempo, montaje o realización falle, porque no. Sorrentino es un director que intenta arañar las superficies de los espectadores, con humor blanco a veces, con estética saturada otras, y con brillantes silencios. Para mí, ver Youth fue una experiencia muy similar a los días de reflexión en los que te preguntas cómo bailan las hojas de los árboles en otros lugares del mundo.