martes, 20 de octubre de 2015

Holy Motors: Delirante sensatez

Cuando nos encontramos con estos films tan transgresores nos entra pánico, como espectadores, a que la película se convierta en un delirante destello de formas sin sentido que nunca lo llegan a cobrar, por mucho que te esfuerces en buscar la historia, o el hilo conductor a veces no se encuentra (David Lynch en esto a veces cae de forma irremediable)



Pero Leos Carax convierte su historia, en un conjunto de historias delirantes que de una manera formidable combinan un planteamiento, nudo y desenlace hasta el final, provocando una amalgama de sentimientos encontrados, unos de repugnancia, de porno de autor, otros de ternura, todos ellos combinados para formar, lo que en mi opinión, es una excelente película que se pudo convertir en su momento (y ahora) en uno de los filmes más llamativos de los últimos años. En el 2012 Holy Motors triunfa en Sitges, y una abrumadora masa de críticos y espectadores se encuentran con esta sucesión de historias que nos ponen al límite y que evidentemente no dejan indiferente a nadie.

Lejos de lo que muchos críticos opinan a cerca de la estética, tachándola de feísta, yo la encuentro exquisita dentro de lo que el director nos quiere transmitir y contar. Denis Lavant interpreta de una forma genuina, como ya hizo en Mala Sangre (del mismo director) a un personaje tan complejo como humano que nos introduce en el drama de la vida, y el drama de la ficción. ¿Es un actor un personaje de la vida? ¿Es una película una representación de los mundos interiores y por lo tanto fiel reflejo de la calidad humana? Mi respuesta es obvia, sí.

Escenas cargadas de emotiva sensibilidad y otras de lo más repugnantemente humano nos pasean por una realidad que se mueve con vida propia, los mundos creados no están lejos del mundo que vivimos, y eso es lo que a fin de cuentas nos impacta de este filme.

Una técnica depurada, un sonido envolvente y una estética fuera de la lógica nos llevan ante esta incuestionable verdad:este cine nos perturba,nos desencanta y ese placer que nos invade con el morbo nos hace plantearnos si una película se acerca tanto, que duele.

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